De pérdidas, vulnerabilidad y madurez:
SOPHIE JONES de Jessie Barr

Por Grecia Juárez desde México | Cobertura Colaborativa

Sophie Jones es honesta como los adolescentes de su edad. Con la reciente pérdida de su madre, el personaje creado por Jessie Barr, la directora, tiene que enfrentarse a caminar por la vida sin una guía femenina que cuide sus pasos; de ahí que sus amigas o su hermana sean las únicas personas en quienes encuentra refugio para sentir en silencio el remolino de preguntas y sentimientos que la atraviesan en cada instante. 

Impredecible, como es posible notar desde la primera escena, Sophie no es fácil de descifrar, pues sus acciones se encuentran en una constante contradicción: quiere estar cerca de su madre, pero no tanto; quiere sentirse adulta, pero también le aterra la idea; quiere que su padre sea feliz, pero no si lo es con otra mujer; todas actitudes por las que más adelante le tocará enfrentar las consecuencias de sus decisiones.

A pesar de su vulnerabilidad, la joven se preocupa por mantener un performance al aparentar que sabe exactamente lo que está haciendo, quizá por ello se siente particularmente atraída a la actuación, como revela cuando le preguntan a qué quiere dedicarse, una disciplina permite encarnar la piel de otras personas, seguir un guion, ponerse una máscara.

Este coming of age explora el crecimiento de la adolescencia acompañado de las múltiples formas en que en el dolor puede manifestarse.

En el largometraje de Barr, los silencios acompañan los momentos de meditación de Sophie, pero la banda sonora elegida por la directora y la actriz, son también un detalle  que permite casi leer lo que pasa por su mente en los instantes que las canciones comienzan a sonar de fondo. Este coming of age explora el crecimiento de la adolescencia acompañado de las múltiples formas en que en el dolor puede manifestarse.

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