Cuarta página / Diario de sueños por los cortometrajes latinoamericanos en Oberhausen.

Por: Valentina Giraldo Sánchez | Especial desde Oberhausen 2021

La memoria sensorial es la capacidad de registrar aquellas cosas que percibimos mediante los sentidos. Mis sueños están plagados de sensaciones. Siento tristeza o felicidad. Siento los golpes y al día siguiente de haberlos soñado amanezco adolorida. El cerebro suele hacer un análisis de las características del entorno, luego hace una identificación del estímulo, reconoce el patrón de ocurrencia y luego, simplemente lo recuerda. Gracias al ejercicio repetitivo, el estímulo a corto plazo se vuelve memoria de largo plazo. La memoria es como una trampa de estímulos: una vez los atrapa los comunica por diferentes tejidos celulares y se queda con ellos. Por eso en mis sueños cuando me golpeo, me duele. Mis células sueñan conmigo, reaccionan al estímulo que dormimos juntas. Esta cuarta página del diario nos trae dos senderos que se entretejen en las trampas de la memoria y la imagen: LAS CREDENCIALES de Manuel Ferrari y TRAMPA DE LUZ de Pablo Marín.

En LAS CREDENCIALES Manuel Ferrari nos presenta el relato de Juan, un hombre argentino que viaja a Alemania en dónde conoce a Johannes, quién trabaja y vive ahí. Juan debe usar diferentes transportes para llegar a Berlín. A lo largo del cortometraje, este nos envuelve en una sensación de extrañeza, no sabemos porqué se va Juan. Pienso de nuevo en la memoria y los estímulos. En mis sueños tampoco suelo saber porqué me voy de un lugar a otro. Los almacenamientos de memoria sensorial más estudiados son el icónico (correspondiente al estímulo visual) y el ecóico (correspondiente al estímulo sonoro). A Juan lo detienen por la respuesta de ambos estímulos en el aeropuerto: el icónico (por como se ve) y el ecóico (el no dice “hello”, dice “hola”). La extrañeza deviene en sospecha, no sabemos mucho de Juan. Al llegar a Berlín conoce a un hombre con el que pareciera no tener muchas diferencias pese a las distancias geopolíticas que los sitúan. Ambos, Johannes y Juan, deben aplicar para un mismo casting. Las trampas de la memoria sensorial no pueden atrapar todo, el cine tampoco. Es así que la narrativa de este cortometraje deja en los espacios entre cada diálogo, las posibilidades para entretejernos en las diferentes y a la vez no tan diferentes historias de Juan y Johannes, a veces tenemos que aplicar para el mismo casting en el que nos dicen “sonríe un poco más”. En ocasiones, a mi también me han mirado con sospecha en un aeropuerto lejano.

Pienso en todas las trampas que existen y se articulan con el engranaje de la trampa-memoria. Pienso en TRAMPA DE LUZ de Pablo Marín y en todos los artilugios que atrapan fotones: Cámaras, células de la piel, microscopios, telescopios, exposímetros, plantas, caleidoscopios. Este cortometraje nos presenta un fragmento de superficie fotosensible afectada por la luz. El fílmico también tiene memoria sensorial: el material se ve atravesado por la vida, en la celulosa se escribe lo lumínico que deviene en la ilusión mágica del movimiento. TRAMPA DE LUZ me recuerda a mis sueños: visiones fragmentadas, imágenes que giran y giran y giran. Fuego que quema la vista. Piel fotosensible al igual que el rollo de una película, al igual que las hojas de un árbol, al igual que el papel de una libreta. La memoria sensorial del cine en TRAMPA DE LUZ pliega las posibilidades oníricas de las imágenes: un sueño se sobrepone a otro sueño, una sensibilidad memoriosa se superpone a una sensibilidad fílmica. Mis ojos, en cada parpadeo, se pierden fotogramas, pedazos de luz. Pienso que quizá el cine y el sueño son trampas que atrapan la luz para luego ofrendarla en una especie de magia sagrada. El cuerpo se duerme y atrapa la luz de un día que luego hace funcionar como proyector de cine creando sueños. El cine por su parte, atrapa la luz de un día para ofrecerla a la memoria. Pienso ahora que quizá el cine y el sueño son la expresión de un círculo de la vida: sus saberes imaginarios y misteriosos se encuentran entre sí.

Pienso, terminando la entrega de esta cuarta página del diario de sueños, que quizá dormir en el cine es el momento en el que se despeja la niebla de la imagen, y el umbral entre la pantalla y los ojos se achica. Los sueños, al igual que el cine, son oráculos lumínicos, figuraciones memoriosas, “fragmentos de luz entregados al mundo”. Cierro este párrafo un día de mucha lluvia (muy similar al agua que cae del cielo de TRAMPA DE LUZ y que hace posible el río en el que vive Juan en LAS CREDENCIALES).

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