El cine que es memoria y la memoria que quizá también puede ser cine: BAJO LOS TILOS de Flavia de la Fuente.

Por: Valentina Giraldo Sánchez desde Colombia | Cobertura colaborativa

Hace varios años, cuando era más niña, recuerdo haber hecho un viaje larguísimo hasta una zona rural en Santander. En el campo se me calló un diente, me rehusé a comer gallina por ver como las desplumaban y subimos una montaña para visitar a la abuela del lugar. Una mujer que por la avanzada edad no podía bajar el alto monte. Para empezar a subir el monte había que atravesar un alambrado y un grupo de ganado. Como yo era muy niña las vacas me parecía gigantes y me causaban terror, me imaginé que al igual que en las películas de los dinosaurios, si las vacas no me veían moverme, no me iban a hacer nada. Me dirigí a subir la montaña, cada vez que una vaca me miraba, me quedaba quieta. Me demoré mucho, eran muchas las vacas.

Por esos tiempos había escuchado una leyenda colombiana sobre un ente llamado “Hojarasquín del bosque”, esta presencia es algo así como el sentido común de la naturaleza. Dicen que si no la respetas, sino abrazas la fuerza protectora de los árboles, el Hojarasquín te juega una broma y hace que te pierdas y te confundas en el follaje verde. Yo me perdí subiendo la montaña. Tenía mucho miedo. Pensé: Seguro fue el Hojarasquín. Me iba a morir sola en el monte y no me iban a encontrar. Me iba a morir y no había montado bicicleta, tampoco iba a alcanzar a ser científica. El asunto es que me asusté tanto que me puse a llorar. Me encontraron llorando y me llevaron a la casa. A todas las personas les divirtió mucho mi tragedia mítica en el monte.

A propósito de esto, del cine (que es un poco lo mismo que la memoria) pensé en los árboles gigantes y protectores. Hoy la memoria (que es lo mismo que el cine) se manifestó en el cortometraje BAJO LOS TILOS de Flavia de la Fuente. Este cortometraje (que también es recuerdo, momento y conversación) nos lleva a un domingo bajo los tilos en el parque Las Heras. La gente pasa con sus perros y se sienta a la sombra de uno de los árboles más protectores, el árbol de Tilo. De los Tilos se extraen múltiples infusiones empleadas en múltiples enfermedades. Los árboles curanderos (esos mismos que son amigos de Hojarasquín y que vemos en el cortometraje de Flavia) son árboles que guardan el sonido de conversaciones larguísimas.

Después de mi terrorífica experiencia con vacas gigantes y de la broma del Hojarasquín, empecé a tenerle más cariño al campo. A los árboles que rompen el suelo de la abrumadora ciudad. A los grandes parques dónde he llorado ya no por sentirme perdida en el monte sino por sentirme perdida en la vida (que quizá también sea montaña así como BAJO LOS TILOS es memoria y a su vez acontecimiento).

BAJO LOS TILOS es, en cada repetición que pueda darle en la pantalla, un susurro que nace entre el asfalto. Un susurro verde, tranquilo, protector. Es sombra de árbol en la cual sentarse a hablar.

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