EL TANGO DEL VIUDO Y SU ESPEJO DEFORMANTE (Raul Ruiz, Valeria Sarmiento)

Purgatorio:

En La divina comedia, el purgatorio es una gran montaña compuesta de siete terrazas, cada terraza responde a un pecado capital. Al entrar las almas al purgatorio, llevan tantas letras “P” como pecados talladas en la frente. Cuando uno de sus pecados ha sido expiado, se le borra al alma una “P” de la frente y se le permite subir a la siguiente terraza. Las tres primeras terrazas del purgatorio se relacionan con pecados causados por el mal amor. La primera terraza es la soberbia, la segunda la envidia y la tercera es la ira. Sobre El tango del viudo y su espejo deformante Raúl Ruíz dijo: «La historia gira en torno a un hombre cuya mujer se le aparece como un fantasma. El fantasma lo sigue por todas partes, debajo de la cama, debajo de las mesas… a fuerza de frecuentar al fantasma, el hombre comienza a parecerse a él, de modo que va afeminándose cada vez más, en un espiral en el que descubrimos que nunca estuvo casado, y que se trata simplemente de un desdoblamiento de personalidad y un juego esquizofrénico”.

El Tango fue una película inconclusa. Recientemente fue terminada por su compañera directora Valeria Sarmiento y la productora Poetastros. A manera de diálogo, este tango temporal pareciera conducirnos al mismo ritornello en el que Virgilio conduce a Dante. La “P” marcada en las frentes es la “P” de pecador, pecado, película y punzante, como el tango. En el Tango nos deformamos como onda sonora: nos plegamos, juntamos, alteramos. Nos extendemos en suspensos momentáneos e inconclusos del tiempo. Como un descanso que desanuda la tensión expectante de esta película.

En la extensión móvil de este cine-cuerpo-corrompe, se encaja una historia que deja la mirada llena de preguntas. Los castigos de las terrazas del purgatorio se sobreescriben: Caminar sobre niebla corrosiva, vestir túnicas grises con los ojos cosidos con alambre de hierro y cargar con enormes piedras en la espalda. Como un sísifo pero delgado, del sur y bebedor de Wisky. Uno insomne y atemporal.

El largometraje recientemente fue restaurado y finalizado. Al verle, las épocas se entrecruzan como equis e intersecciones, 2020 y 1967, 1967 y 2020. La especulación, el cómo se resuelve el espacio en la mente de un delirio ezquizofrénico, y el vértigo ante el anti-relato de un viudo, todo se atraviesa con la espera a que de repente, esperáramos organizar los fragmentos que se nos han sido dados.

Resulta fascinante la invitación de esta película a una pregunta constante. El Tango del Viudo y su espejo deformante, es, en el espacio-tiempo de verle, un vacío. El caer constante entre círculos y castigos, entre “P” de penitencia y de precisión.

Por: Valentina Giraldo Sánchez desde Colombia | Cobertura Colaborativa FANCíNE #MarFilmFestival 2020

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